Pujaste el alma licuada
en surtidos verdores
sobre esta tierra sin
leyes que de noche,
lejos de tribunales y
aún del rostro chueco de dios,
continúa siendo la
única emergencia.
A combos y patadas te
peruanizaron
con la misma sed que
carcome lagunas de boca en boca,
la misma que evapora el
agua de capitalinos rochabuses
pariendo una fila de
baldes entre los cerros,
viajando en cisternas
bajo tu cósmica manta con huecos.
Una cosecha de fogatas
buriladas irradia de sur a sur.
En tus manos ya no
quedan pertenencias que atesorar,
sólo un rumor de
revueltas que a piedras va engordando
un desborde de huaracas
contra los patrones.
Peligroso carnaval que
enrojeces de rabia los ponchos,
que brotas como líquida
serpentina desde las venas,
habrá que arrancarle a
la lluvia un triunfo y proseguir a pie,
entre año y sudor,
guerreando de este lado del tiempo.
Guillermo Valdizán Guerrero
Guillermo Valdizán Guerrero
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